Aquellos viajes que jamás olvidas son los que llevan sorpresa dentro, aquellos que no son como esperabas, de hecho si lo hubieras imaginado así desde el sofá de tu casa probablemente no te hubieras ni levantado, pero que una vez regresas piensas,... ¡este, sin duda, ha sido el mejor viaje de mi vida!
La selva del Petén se encuentra en Guatemala y después de hacer el imprescindible viaje recorriendo las calles, iglesias, mercados de Antigua, Chichicastenango y Lago Atitlan así como la espectacular Tikal con sus yacimientos Mayas, nos dirigimos a Flores, allí nos recogió el guía, Otto, un muchacho algo desgarbado que nos acompañaría al interior de esta selva durante los próximos 2 días. Era mi primera vez selvática y por eso me sorprendió la pregunta que nuestro guía nos hizo nada mas subir al 4x4, ¿ Sois alérgicos a los sueros antiofidicos? Pues la verdad, no lo sabía, nunca antes había probado la reacción de mi cuerpo a los antídotos de las serpientes mortales, aún no había tenido la oportunidad, pero intuía que en este lugar podía darse la ocasión. Debo añadir que, sin ánimo de asustarnos, nos notificaron que seríamos escoltados por un coche policial todo el recorrido, era el año 98 y por aquel entonces quedaban guerrilleros en la selva sin oficio ni beneficio, de tal forma que el estado prefería garantizar la seguridad de los turistas antes que tener que lamentar algún susto. Me encanta la aventura, pero no los riesgos innecesarios, sin embargo ya era tarde, me encontraba en el coche rumbo al interior del Petén. Llegamos a Sayaxché un pueblo al borde de la laguna que lleva el mismo nombre y que estaba a medio construir, tenía el aspecto de ser el inicio de algo en medio de la nada. Allí cogimos el transbordador que nos pasaría al otro lado del lago, para llegar después hasta el río. Subimos a una pequeña barca acompañados por nuestro guía, el policía debidamente armado y Lázaro, el barquero de tez morena y pelo tieso que con maestría nos condujo río abajo tratando de localizar los animales que cohabitan en la zona, cocodrilos, tortugas e infinidad de aves. Descendimos el río de la Pasión durante más de una hora, este se iba estrechando invadido por la vegetación que se reflejaba en las tranquilas aguas, parecía que nos deslizáramos sobre un espejo. El silencio era total y la presencia de vida humana se limitaba a los 5 que ocupábamos la barca, las burbujas que aparecían en el agua hacían intuir lo que se encontraba en su interior. El lugar era increíble. Llegamos hasta los yacimientos arqueológicos de Ceibal, allí pudimos dar un paseo relajado ya que los caminos están marcados. Disfrutamos con las explicaciones de Otto, ex miliciano reconvertido a guía después de la guerra, y que nos permitieron descubrir los secretos para sobrevivir en la selva.
La noche la pasamos en el pequeño alojamiento al borde de la Laguna Petexbatun. El Lodge Petexbatun, construido en madera y hoja de palma tenía una única estancia para la recepción, el bar, el restaurante y la chimenea para cocinar, todo abierto a la Laguna . Las pequeñas y austeras cabañas cobijan una cama con mosquitera y un baño sencillo. No dispone de electricidad, por lo que cuando caía la noche las linternas eran la única iluminación de la que disponíamos para llegar a la habitación . Me sentía como un naufrago alejado de la civilización pero habitando en un pequeño oasis en medio de la jungla. El amanecer en la selva era una verbena de sonidos, sustituyendo el habitual rin rin del despertador por los ensordecedores y aterradores gritos de los monos aulladores. Nos levantamos acribillados por los mosquitos que agarrados a la mosquitera esperaban pacientemente una oportunidad de poder acceder a su suculento manjar. Camino de la terraza donde poder desayunar encontramos a Otto ataviado para la ocasión y afilando un inmenso machete, me sobrecogí ¿ para que necesitaba ese machete ? la jornada de hoy será algo más dura, nos dijo. Ese día teníamos que visitar los yacimientos de Aguateca, especialmente estelas de la época Maya. Sin embargo esta vez el camino no estaba marcado y tendríamos que atravesar la selva a pié hasta llegar a nuestro objetivo, es por ello que nos pedía que uno de nosotros fuera primero, haciendo el suficiente ruido para que los animales tuvieran tiempo de huir, él iría en el medio porque en el caso de que sorprendiéramos a una serpiente esta mordería al segundo, y otro iría el último. Sinceramente no tenía claro que oportunidades teníamos en el caso de que una serpiente mordiera a nuestro guía en medio de la selva, pero él era el experto y estábamos en sus manos. Existen 2 especies de serpiente mortal en esa zona, la Barba Amarilla y la Chalpate a la que llaman la 20 pasos, ya que eso es lo máximo que llegarías a andar si llega a morderte. La caminata fue larga, íbamos muy despacio pero pisando fuerte, a nuestro paso las hojas se movían con la huida de animales que no llegábamos a ver, solo las chicharras que gritaban enloquecidas rompían el silencio más absoluto. Mi corazón palpitaba con rapidez, y el cuerpo se prepara para una posible y rápida huida, ¿ a donde ? no lo sé. Atravesamos una falla , en su interior hacía un frío húmedo, colgaban lianas y apenas entraba la luz, pero el paraje era espectacular. Continuamos sin seguir ningún camino, el conocimiento de Otto era lo único que nos guiaba y finalmente llegamos a la llanura donde se encuentran las Estelas que teníamos que visitar. El lugar es una joya, yacimientos arquelogicos que la selva aún mantenía escondidos y ocultos esperando a ser en algún momento desenterrados.
Ya de regreso río arriba recordando lo vivido y el lugar que dejaba atrás me hizo sentir nostalgia y un enorme deseo de volver, tanta adrenalina generada en 48 horas me hicieron sentir mas viva que nunca. Sin percances con mortales reptiles ni con ex guerrilleros, solo queda recordar la paz de aquel lugar tan virgen y por fortuna tan poco explotado. Aún me queda pendiente visitar El Mirador con Otto en un próximo viaje.
Nota: Guatemala me parece uno de los países imprescindibles en la agenda de todo viajero, sus gentes, pueblos, mercados, la ciudad colonial de La Antigua... es un país con muchísimos atractivos y que merece la pena ir descubriendo en diferentes viajes.